Perú apuesta por biocombustible

Etanol de caña: Perú apuesta por biocombustible con alto potencial para el transporte

El Perú busca posicionarse como líder regional en la producción de etanol de caña de azúcar, un biocombustible con 85% menos emisiones de CO₂eq que los combustibles fósiles. Su aplicación tanto en vehículos terrestres como en aviación refuerza el potencial del país en la transición hacia una movilidad más limpia y sostenible.

La producción de etanol en Perú, especialmente a partir de la caña de azúcar cultivada en Piura, empieza a ganar relevancia en la agenda energética nacional. En un contexto en el que el sector transporte representa cerca del 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del país, esta alternativa renovable se perfila como una solución viable para descarbonizar la movilidad, tanto en carretera como en el aire.

En ese marco, se desarrolló el foro “Etanol: una alternativa de biocombustible para la descarbonización en el transporte terrestre y aéreo”, organizado por Perucaña y Mitsui & Co. Perú. El evento reunió a expertos nacionales e internacionales de empresas como Toyota, Cummins y Agroaurora, así como a representantes del Estado y organismos internacionales como la OACI, con el objetivo de analizar los desafíos y oportunidades del etanol en la estrategia de transición energética.

El etanol producido en Perú no solo tiene una baja huella de carbono, sino que puede integrarse fácilmente en la infraestructura vehicular actual. En 2024, el país produjo 217 mil m³ de etanol, principalmente en las plantas de Agroaurora y Caña Brava, que operan sobre más de 20 mil hectáreas en el norte del país. Esta producción, además de abastecer el mercado local, se exporta —en su mayoría a Europa— debido a su calidad y sostenibilidad.

A nivel internacional, el uso de etanol como base para Combustibles Sostenibles de Aviación (SAF) cobra fuerza. La IATA proyecta que la demanda global de SAF superará los 300 millones de toneladas para 2050, abriendo una oportunidad para países productores como el Perú. Bajo esta lógica, se plantea la necesidad de una política pública que permita escalar su uso, especialmente aumentando progresivamente el mandato de mezcla con gasolina (actualmente en 7.8%) hasta alcanzar el 30%, siguiendo modelos ya aplicados en países como Brasil.

Más allá de lo ambiental, el sector etanolero genera impacto económico directo: más de 100 mil empleos, entre ellos 20 mil pequeños productores, con una actividad agrícola continua que reduce la pobreza en zonas rurales. Según datos del BCRP, la agroindustria en estas regiones creció a un ritmo de 1.9 % anual en los últimos años.

“El Perú tiene una ventaja comparativa clara. La caña de azúcar no solo es eficiente como cultivo, sino que puede impulsar una transformación energética real con impacto ambiental, económico y social”, señaló John Carty, presidente de Perucaña.

El reto ahora es articular un marco regulatorio que incentive la inversión, promueva la innovación tecnológica y fortalezca la cooperación público-privada. Si se logra, el etanol podría convertirse en uno de los pilares de una movilidad baja en carbono en el país